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Mujeres y Salud Mental

Chile es uno de los países con los índices de depresión más altos del mundo. Así lo definió el Informe de Depresión y otros Desórdenes Mentales Comunes, realizado por la OMS, que concluye que en nuestro país hay 844.253 personas mayores de 15 años que tienen depresión, es decir, el 5% de la población. Según el estudio, la prevalencia de síntomas no necesariamente diagnosticados muestra una clara brecha de género. Un 8,5 % de los hombres presenta la enfermedad mientras que en las mujeres es de un 25,7%. A nivel mundial, los hombres que sufren de depresión llegan a un 3,8% y las mujeres a un 5,1%.

Más allá de los temas genéticos y hormonales que nos llevan a ser más propensas a enfermedades de salud mental, otra de las causas a considerar es un tema cultural y social: la enorme carga emocional debido a lo que se espera de nosotras por el hecho de ser mujeres.  Ser mujer hoy implica una sobre exigencia. Se nos pide ser buenas madres, buenas parejas, buenas trabajadoras y vemos como muchas mujeres siguen siendo las únicas encargadas de las tareas domésticas y de cuidado, existiendo aun un bajo involucramiento de los hombres. Tareas de cuidado que no sólo se refieren al cuidado de los hijos e hijas, sino también, a adultos mayores dependientes, enfermos y miembros de la familia en situación de discapacidad. Esto disminuye las posibilidades de desarrollo personal y laboral de las mujeres y restringe considerablemente la libertad sobre el uso de su propio tiempo. La última encuesta del Uso del Tiempo del INE señala que las mujeres dedican 4 horas al día a estas tareas mientras que los hombres dedican 1,91 horas.

A lo anterior debemos agregar otros factores como la migración, las drogas y las situaciones de violencia que sufren muchas mujeres, factor que incide fuertemente considerando que, en 2017, un 21,03% de mujeres declaró haber vivido una o más situaciones de violencia (física, psicológica o sexual) en los últimos 12 meses, según el INE.

PRODEMU, como actor clave en el trabajo con mujeres en situación de vulnerabilidad, la salud mental de ellas es una de sus preocupaciones. Trabajamos con 60 mil mujeres al año, en todas las regiones del país, buscando que logren su empoderamiento y autonomía integral, proceso donde conocen sus derechos y descubren sus habilidades, lo que conlleva a que mejoren su autoestima y reconozcan su valor y talento, generando consecuencias positivas y aumentando su calidad de vida y bienestar.

Con ese objetivo, PRODEMU, a través de Rutas de Aprendizaje, forma, informa y acompaña a mujeres que buscan fortalecer su autonomía física y para la toma de decisiones y el desarrollo de sus competencias personales y laborales, fomenta el buen trato dentro del grupo familiar, la comunicación, la corresponsabilidad, la prevención de la violencia intrafamiliar y el consumo de drogas y alcohol. Uno de sus talleres más relevantes es el de Salud Mental en que las participantes pueden conocer cuáles son los principales trastornos, qué factores pueden afectar negativamente, desmitifica ideas erróneas sobre las enfermedades mentales, enseña a cómo cuidarse y dónde acudir en caso de requerir ayuda especializada.

Para que la salud mental de las mujeres no siga empeorando, es fundamental trabajar para lograr la autonomía integral de las mujeres, pero además es muy necesario recalcar que todos somos responsables de terminar con la desigualdad de género. Necesitamos que nuestro país se comprometa por la equidad para alcanzar el bienestar físico y mental de todos y todas”.

*Esta columna fue publica en el medio digital Cooperativa: https://opinion.cooperativa.cl/opinion/salud/mujer-y-salud-mental/2019-10-10/092420.html

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La dura realidad de las mujeres privadas de libertad

“En mayo pasado, 180 mujeres privadas de libertad recibieron la noticia de que tendrán un tratamiento dental integral que incluye prótesis y que contribuirá a su reinserción social y laboral, pero sobre todo, a su autopercepción en un contexto tan difícil y rezagado como el carcelario.

“Volviendo a sonreír” es un Programa de Fundación PRODEMU y Gendarmería de Chile, quienes a través de un Fondo de Subvención Presidencial lograron el financiamiento para que estas mujeres, que cumplen condenas en seis penales del país, pudieran darse una oportunidad que les devuelva su dignidad. La aspiración de todos los que somos parte de este proyecto es que en el futuro se transforme en una política pública.

Para avanzar en facilitar la inserción laboral de las mujeres privadas de libertad debemos buscar mecanismos que reduzcan los obstáculos para la empleabilidad, como la omisión y eliminación de antecedentes, que se transforman en una condena accesoria. Por otra parte, el aspecto psicosocial de la reinserción tiene que ver con cómo la mujer de cárcel recupera su autoestima, mira su historia de vida y reconoce sus capacidades para salir adelante, fuera del contexto carcelario.

En “Volviendo a sonreír”, a través de diversos test y entrevistas sobre autopercepción, se pudo comprobar que la ausencia de dientes genera un autoalineamiento que se manifiesta tanto a nivel laboral como en sus relaciones interpersonales, con sus familias y amigos. Al devolverle la sonrisa a una mujer la estamos empoderando, le estamos dando una oportunidad.

Las mujeres privadas de libertad tienen como patrón común la vulnerabilidad. Un 62% de ellas sufrió algún tipo de maltrato en la infancia, como negligencia parental, agresión física, verbal, o abuso sexual. Un 71% declara haber sido víctima de algún tipo de agresión física, verbal o sexual de parte de sus parejas o convivientes.

Las mujeres representan apenas el 8% del total de la población penal y el 80% de ellas son madres. Para las mujeres en las cárceles, la reinserción tiene una doble dificultad, no sólo deben hacerse cargo de sí misma y del abandono sufrido por haber delinquido sino que, además, debe asumir rápidamente su rol de jefa de hogar, aportando económica y emocionalmente al desarrollo de sus hijos e hijas y otros familiares dependientes.

Hay un hecho importante de relevar. Tanto en las cárceles de hombres como de mujeres, en las filas de visitas, en su mayoría nos encontramos con sólo mujeres. En el caso de las cárceles de hombres, son sus parejas, y en el de las mujeres, son la madre, alguna hija, una hermana, quienes se hacen cargo tanto de los hijos como de llevar lo necesario o lo que requiera, pero no hay hombres porque un 80% de ellas declaran que sus parejas las han abandonado.

La realidad dice que las mujeres tenemos muchas y profundas brechas que nos separan de los hombres, el empoderamiento es clave para enfrentar estas brechas, sea el contexto donde nos encontremos, por ello no debemos olvidarnos de las mujeres que están privadas de libertad, ellas necesitan y merecen las oportunidades que les permita mirarse de otra forma. Debemos incluir la perspectiva de género en la política penitenciaria”.

Esta columna también la puedes leer en Cooperativa.cl

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